La importancia que tiene el cambio climático como problema
ambiental global es un hecho que la mayor parte de los ciudadanos ya reconoce.
Y también se reconoce la necesidad de una acción urgente para mitigar sus
efectos. Un reciente informe europeo sobre la actitud de los ciudadanos
europeos ante la eficiencia energética y el cambio climático muestra que un
80% de los europeos se manifiesta muy preocupado por el cambio climático,
llegando este porcentaje hasta un 94% en España). Pero por otro lado, y a pesar
de las políticas de consumo sostenible que se están desarrollando desde la
Cumbre de Río del 92, el impacto ambiental y climático que tiene el sector
doméstico en Europa sigue creciendo.
Según la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA), el consumo
doméstico de los ciudadanos
europeos representa una de las mayores presiones ambientales no
sólo en Europa sino también fuera de sus fronteras y además el impacto está
creciendo al menos desde 1990. Esta creciente presión se explica no sólo por el
crecimiento económico, sino por factores sociales y demográficos. Por citar el
más relevante,la ocupación media de las viviendas en Europa está disminuyendo,
lo que significa cada vez más viviendas y electrodomésticos para el mismo
número de personas. Por otra parte, aunque la eficiencia energética de los
electrodomésticos cada vez es mayor, el consumo energético de las viviendas no
disminuye. La razón es que ha aumentado mucho el número de electrodomésticos y
aparatos que usamos habitualmente, y además su vida media es muy corta debido a
los rápidos cambios de moda y tecnológicos.
Pero los consumidores tenemos un doble
papel en la mitigación del cambio climático
Según trabajos de la propia Agencia Europea del Medio Ambiente o
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), las
políticas más efectivas para reducir el impacto ambiental del sector doméstico
consisten en una combinación de medidas legales, de mercado, informativas y
educativas.
Y en este marco, el papel del ciudadano como consumidor es
fundamental por varias razones.
En primer lugar porque, a la hora de comprar un producto o
servicio, tiene en su mano la capacidad
de escoger, de entre todas las alternativas, aquella opción más respetuosa con
el clima. Si además tenemos
en cuenta que muchos productos generan un mayor impacto durante su uso que
durante la fabricación se revela
que los hábitos de uso de los consumidores son también clave en la prevención
del cambio climático.
Pero sobre todo, los
consumidores representan una palanca clave para modificar la actuación de las
empresas. Frente a medidas legislativas y a la presión de las
organizaciones sociales, la demanda de
los consumidores se ha mostrado como uno de los mecanismos más rápidos para
hacer cambiar a las
empresas y al diseño de sus productos y servicios. Efectivamente,
si el consumidor discrimina a la hora de hacer sus compras, favoreciendo a las
empresas que más responsabilidad muestran hacia el cambio climático, el mercado
está mandando una señal que puede tener un efecto mucho más rápido y más
profundo que muchas medidas legislativas.
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